Desde la etapa Toconao, los oasis de San Pedro de Atacama han sido un territorio de intercambio cultural, interétnico, intercolonial y hoy internacional, o mejor dicho globalizado, siendo evidente su composición altamente cosmopolita, con una afluencia anual de aproximadamente 200 mil personas provenientes de todo el mundo. No hay duda de que le brinda parte importante de la mística a este territorio, que hoy nos hace sentir como si se tratara de otro planeta, en donde caminamos una multiplicidad de culturas de todo el mundo. Según el profesor Lautaro Núñez, aproximadamente desde el año 500 AC, este yermo y alucinado territorio era ya un lugar de encuentros.
Queremos comentar un aspecto histórico de San Pedro de Atacama que hace eco desde 5 siglos antes de nuestra era judeocristiana. Dice relación con el elemento multicultural que ha caracterizado siempre el sector.
Hay abundante evidencia del intercambio cultural que los atacameños han llevado con pueblos del resto de la actual región de Antofagasta, como también entre los vestigios se observan objetos de alfarería propios de la parte oriental y norte de la Puna de Atacama, desde un par de miles de años antes de la llegada de los españoles.
Fue con el estado en apogeo de la cultura Tiwanaku, asentada en las cercanías de La Paz y a orillas del Titicaca, con el que más relaciones estableció en un principio la nación atacameña aún en ciernes. De esa época y procedencia datan numerosos objetos hallados tanto en cementerios como en edificaciones habitacionales en los oasis de Tonconao, los ayllus de Larache, Beter y Chaputchayna.
Vasijas, platos, vasos de cerámica monocroma de color roja y negra, en donde relucen las terminaciones de deidades tiwanakotas, incluso con algunas inscripciones relativas a líderes locales de los pueblos del estado que ocupaba el sector del gran Lago Titicaca, en el Alto Perú, hoy Bolivia. Los ritos funebres parecen recibir una mayor atención también en este momento histórico que va entre el año 500 AC al 100 DC. La labor agrícola destaca y prolifera en este mismo período por el perfeccionamiento de las chacras en el plano agrícola.
No es difícil relacionar la aparición de la influencia cultural tiwanakota con el enorme avance de los pueblos de los oasis atacameños. Se observa la definición de sus clases con el respectivo sistema de funciones atribuidas, como los jefes políticos, con alto componente religioso, que legitimaba su poder. Otro grupo, de quienes se encargaban de la producción agrícola y ganadera, especialidades que fueron definitivas para consolidar el asentamiento del pueblo atacameño en su sistema de oasis, o ayllus; como también los grupos que se encargaban de comerciar los excedentes con los pueblos de la costa de la región como con su interior circumpuneño y altiplánico.
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En el breve período en que el Cuzco fue un la capital de la máxima expansión del imperio Tawantinsuyo, comunmente conocido como el Imperio Inca, el pueblo atacameño ya tenía desarrollado entre sus habitantes un grupo paramilitar de reserva, que en tiempos de invasiones no amistosas – categoría que no incluye ciertamente el intercambio cultural llevado a cabo con el pueblo tiwanacota – como la Quechua, sirvió para salvaguardar los intereses de un pueblo atacameño más interesado en seguir perseverando por la supervivencia en el altiplano atacameño, que en guerrear y expandirse como el Tawantinsuyo.
Hacia el año 1.450 de la era cristiana, el intercambio con una nueva cultura sería de tipo bélico. La tregua impuesta por el Cuzco, cuyo comandante y regente Túpac Yupanqui, que expandió el imperio hacia el Coyasuyo, el territorio comprendido por nuestro país actualmente, aseguró que un porcentaje no menor al 40% de toda la producción se embarcara hacia el Cuzco, a través del camino del Inca, primer camino internacional que tan solo 100 años después traería la inesperada invasión de los españoles hasta el territorio circumpuneño.